¿Será?

Volvimos, de repente. Entre una hecatombe de ideas y corridas, y mucha arena. Barro y risas. Risas embarradas de ansiedad y dudas. Dudas que se cuestionan a sí mismas, y se autopreguntan, y se autoagotan con un agotamiento que no solo las agota a ellas, a las dudas, si no también a la mente que las contiene. 

El color del café en la taza. Azul, la taza. Que contrasta con el azul de los pensamientos contenidos por la mente, que quiso asemejarse al azul del mar, pero no encontró parecido. Son tan diferentes. Tampoco lo encontró en los ojos de él. Anhelo el sabor salado de ese mar en mis labios. Atrevidos, nos atrevemos a mezclar presentes y pasados, verbales, llenos de acciones pasadas, pero más presentes que pasados. 

De repente, el flujo creativo cesó. No estoy segura de si en algún momento llegó a detenerse. Sube la marea. Baja la marea. El sol pega y calienta lo justo. Ni más, ni menos. Presente y consciente. Por momentos me siento fuera de lugar hasta dentro mío. Como si faltara por todos lados. Abstracta, superflua, profunda, hermoso caos. Dejar de pensar tanto. Abrazar el movimiento, acompañarlo con las respiraciones. Profundas. Pausadas. Frenéticas. 

El viento nos acompaña. Por momentos, agudo. 

Quiero acompañarme. Con cada año que paso inmersa en esta experiencia, aumenta el convencimiento de lo maravillosa que es. 

Trabajar el apego. A mí. A lo que me rodea. Bonitas almas que se eligen. Que se acompañan. Humanos, haciendo cosas de humanos. La renuncia, a mi parecer, forma parte de las grandes lecciones del presente. Cuanto menos aceptamos, más nos aferramos, más nos negamos al presente, viviendo en las cenizas del pasado. 

Aceptar lo que llega sin expectativas nos hace el trabajo más fácil. Nos ayuda a trascender-


Sofía

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